Constantemente oímos hablar de la importancia de mantener unas defensas altas para protegernos de enfermedades y otros malestares. Estas defensas en realidad hacen parte del sistema inmunológico y son una herramienta contra “ataques externos” como infecciones, accidentes, heridas, etc. El sistema inmune está compuesto por diversas células que destruyen y combaten los organismos infecciosos invasores antes de que causen daño.
El ejercicio físico tiene la capacidad de producir efectos positivos en el sistema inmune, de acuerdo con la intensidad y la cantidad con que se practique.
El ejercicio físico de intensidad moderada genera una “recarga” del sistema inmune aumentando la resistencia hacia infecciones leves a moderadas como la gripe. Por tanto, es importante realizar en la semana por lo menos:
150 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada (caminar, correr, montar bicicleta, bailar, subir escaleras).
Ejercicios de fortalecimiento muscular y flexibilidad por lo menos dos días en la semana.
Complementar el entrenamiento con dos días de ejercicios centrados en equilibrio balance y coordinación.
Recuerda además mantener una dieta balanceada que incluya proteínas, abundantes frutas y verduras e hidratación adecuada durante el día, dormir en lo posible de 6 a 8 horas diarias y mantener hábitos de higiene como el lavado de manos antes y después de realizar nuestras sesiones de entrenamiento.
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